Luna de oposición. La noche como el día. Las estrellas, en manada, brillaban sobre el horizonte, donde el viejo Chiles charlaba con destellos de nieve con su vecino el Cumbal. El graznido de una que otra lechuza, interrumpía el silencio frío de la loma de Tulcanquer, forrada de retazos de trigales a punto; de papas chauchas; de habas tiernas; de arracachas, cosida con pespuntes de zanjas largas, adornadas con matorrales de pispura, de guanto y de arrayanes agobiados por vicundos.
Serían talvez las diez de la noche.. Eloísa, una chiquilla guarmi, sentada en un banco hecho de raíz de penco de Méjico, allí, en el corredor de su casa de paja, de dos puertas de una solo hoja y con una pequeñísima ventana con tres barrotes de guandera, hilaba un bellón de lana de borrego merino, comprado el día anterior a la vecina Trinidad. Esa era su costumbre en las noches de luna.
El bellón que pesaba guarco y medio, estaba asegurado en la rueca de pumamaque que, su mama marcay, misia Goya, le había regalado para que aprendiera a ser mujercita. La lana hilada la iba enroscando en el sigse, el mismo que para que pueda girar mejor, estaba repesado con un piruro de plomo. Sus dedos partidos olían a cascarria de oveja. Nada le importaba, mientras mezclaba la tarea con los pensamientos de su querido Juan, arriero que se había ido al viaje, allá a Barbacoas, puerto fluvial a orillas del Telembí, en donde los morenos jetones y las negras culonas, lavaban oro al compás de sus cantos
monótonos y tristes.
-Cuándo regresará, pensaba. Ya van a ser quince días y ojalá no le haya meado el cueche o lo haya picado la víbora-
No sé si acaso fue un presentimiento, lo cierto es que esa noche, clara como el día y con luna de oposición, le pareció todo más raro: el viento, el frío, la lechuza y hasta la lana y la rueca. De pronto, como salido del fondo de la tierra, escuchó un grito largo, fúnebre, penetrante hasta el seso. El grito decía: avaaaanceeennnnnn…… y terminaba con un dejo, mezcla de ansiedad y de cansancio, o talvez de lejanía. Fue tan funesto el grito que un ventarrón con fuerza tremenda, sacudió a los árboles, a tal punto que parecía que los iba a sacar de raíz. Las hojas secas volaron por los aires. Las gallinas cacareaban asustadas. Los perros aullaban, cosa que daba miedo. El caballo, amarrado en el alar de la casa, bufaba; y, hasta el puerco que estaba sujeto a un tronco de cerote, gruñía como antes nunca lo había hecho.
Eloísa, temblando de miedo, recogió la lana hilada, la puso en una canasta de chilandé y, sin sacudirse el bolsicón mordoré, empujó la puerta para entrar de sopetón a medio cuarto.
Que alivio, cuando el sol empezó a entrar por las rendijas de bahareque de la mediagua. La noche había sido muy larga. Su sueño no fue tranquilo, sino lleno de sobresaltos, recordando el grito terrorífico.
Su papá, don Aparicio, le contó a su hija que ese grito venía de San Francisco de Colombia. Que de vez en cuando se escucha retumbar ese grito que, a decir de los viejos, lanzaba el alma de un combatiente de la batalla de Cuaspud, cuyo cuerpo no había sido sepultado sino devorado por los perros de la Ovejería, hacienda de propiedad de unos curuchupas.
A Eloísa se le quitó la costumbre de hilar en las noches de luna, pero no se le quitó el pensar en su arriero que, a lo mejor, desde El Cascajal, al regreso del viaje, le enviaba su cariño en suspiros profundos, mezclados con el olor al guarapo de Ricaurte y Chucunés.
Un post del Licenciado Delacroix
Excelente, como siempre.
MI COMENTARIO
¡¡Hola Querido Phantom, tu web me parece de lujo, aunque solo lo visito cuando te ecuentro en el MSN, creo q es un buen trabajo, t admiro mucho!
Esto esta mas extraño que lo que se me eta ocurriendo estos días.
Un abrazo fantasma
Para esta época leer este tipo de pasajes con todo el detalle, usando términos que no son conocidos en la actualidad, nos remonta a vivir historias fantásticas, despertando nuestra imaginación y trasladándonos a esos tiempos. Excelente como todos.
Invitará al trilladero