Una mezcla entre susto y desesperación. Susto, de ese que más parece sorpresa, y desesperación, como la que llega cuando uno quiere que los comerciales terminen ya para seguir disfrutando de la serie favorita (más aún si se trata de uno de los últimos episodios de la temporada de 24). Algo así fue lo que sentí cuando revisé la portada del rotativo local después de que mi zapping televisivo se vio interferido por un corte de energía. Ocho horas sin energía eléctrica en toda la ciudad durante el domingo desde las 9 de la mañana. Esa era la noticia que me daba los buenos días en una mañana con sol, pero fría.
Todo el día sin luz, ¿y ahora qué hago? Ahí fue cuando me di cuenta de la tremenda dependencia que tenemos de la energía eléctrica. Cero televisión, cero radio, cero computadora, cero cuatro desenchufado ¿y ahora qué hago?
Satine, mi fiel laptop de compañía podría salvar la situación pero solo por un par de horas, mientras le dure la batería ¿y ahora qué hago? -no paraba de preguntarme-.
No me quedó más que resignarme a pasar el día completamente unplugged. Tomar las cosas con calma, ¿qué mas se puede hacer? No hay ninguna televisión que me esté llamando, no hay apuro para conectarme al internet porque sin luz no hay banda ancha, tampoco tengo que apresurarme a seleccionar algo de música para escuchar. No había nada que hacer; todo lo que se me ocurría para pasar el día involucraba el uso de energía eléctrica.
Ok, dejemos a Satine para más tarde, veamos que hay en el estudio. Mientras ojeaba los libros en espera de decidirme por alguno recordaba cuando de niño me encontraba en una situación similar: ya había terminado los deberes escolares y por alguna razón no podía ir a la casa de mis abuelos; talvez me había cansado de jugar solo, inventando nombres e historias con mis carritos Matchbox (los de antes, los de fierro, los duros, los buenos, los mejores carros de juguete de todos los tiempos) o todavía no era la hora para ver Telejardín (los tiempos en los que no era necesario tener una animadora con ropas ligeras en un programa infantil), el Chapulín Colorado o los dibujos animados de moda en la televisión, así que bajaba a ojear los libreros al estudio.
Creo que había hecho eso muy seguido porque me sabía la ubicación de casi todos los libros de la biblioteca. Muchas veces, si mi papá estaba buscando un libro y no lo encontraba me preguntaba para que le indique el lugar en el que debería estar y yo, casi siempre, acertaba.
La famosa colección Ariel Juvenil con las versiones resumidas acompañadas de ilustraciones a manera de historietas de algunas obras clásicas y conocidas; la enciclopedia Salvat; El Mundo de los Niños (también de Salvat); los libros del cómo, del cuándo, del dónde y del por qué; la Consultora; la colección Ariel Siglo XXque era una serie de fascículos dedicados a las diferentes épocas de la historia desde 1900 hasta la actualidad (es decir hasta finales de los setenta que era la época de publicación de la obra) y las inolvidables versiones ilustradas de algunas obras de Julio Verne eran mis lecturas favoritas. Todos los demás libros los ojeaba por encimita o no los leía por completo.
Hace poco me di cuenta que hasta los 13 años leí más que desde esa edad hasta hoy: triste y lamentable estadística.
Aún recuerdo el primer libro grande y no ilustrado que leí completo: Hijos de la droga. Una historia autobiográfica de una chica europea que empezó en el mundo de las drogas antes de los 12 años probando hachís hasta terminar, antes de los 17, inyectándose heroína. Lo leí a los 10 u 11 años, desde entonces, por mucho tiempo y debido al contenido de la novela yo pensé que todas las prostitutas eran drogadictas. Luego me di cuenta de lo mucho que puede afectar, influir o perdurar una lectura, más allá de que entre más se lee mejor se escribe y más apego por respetar la lengua escrita se tiene.
Cuano ya era un poco más grandecito un nuevo y pequeño lote de libros llegó al estudio. Mi papá no hizo ninguna mención al respecto y luego entendí el por qué. En ese lote de libros se encontraban: Cruel Zelanda, Justine (del Marqués de Sade) y Delta de Venus, tres obras netamente eróticas… más bien fuertemente sexuales debería decir.
Me envicié con Delta de Venus, de Anais Nin. Encontraba deliciosa esa lectura extremadamente descriptiva y elegantemente obscena. Mi naciente libido y curiosidad sexual se encontraban contentos. Mientras M (un compañero de colegio mimado al extremo, al que su mamá y sus tías le cumplían todos sus caprichos y que siempre fue considerado por los demás compañeros como medio raro, no raro de gay sino raro, simplemente raro) seguramente se la pasaba viendo a escondidas las revistas pornográficas de su nada despreciable colección, yo me iba al estudio, sin esconderme mucho, a leer Delta de Venus. Al igual que M una vez yo también llevé al colegio el material pornográfico. Algunos se redondearon a ver el libro; ver escritas, por montones y libremente todas aquellas palabras que todavía eran tabú en el ambiente católico en el que crecíamos y estudiábamos si causó novedad.
No sé en qué momento me perdí, cuándo fue que me deje llevar por la superficialidad y vagancia de los años adolescentes y dejé a un lado a todos esos viejos amigos y conocidos que siempre estuvieron ahí, algunos siguen hasta hoy en sus mismos lugares, otros ocupando ahora diferentes libreros. Siempre los recuerdo, pero hoy todo fue más vívido, más nostálgico, más fuerte.
Parece que estar sin luz no es del todo malo, me decía mientras empezaba a leer el prólogo de Trópico de Cáncer y me enteraba que Henry Miller había conocido y fue amigo de Anais Nin, allá en París.
Asi son los problemas de lam falta de luz. Un abrazo grande desde nuyestro rincon del mundo.
si la falta de luz a veses hace reflexionar acerca de nuestro pasado porque cuando si la hay permanecemos embrutecidos por las pantallas de colores yo tambien recuerdo el primer libro no ilustrado que me lei completo don balon de baba de alfredo pareja de una coleccion viejisima arrinconada en un rincon oscuro de la biblioteca era algo asi como un don quijote pero criollo y tal ves un poco mas lijero y si a mi tambien me paso que cuando llege a la adolesencia deje mucho de leeer ahora comprendo por que le dicen la edad del burro eso nomas loco saludos y gracias por los consejos chao
Bueno mi caso fue un poco diferente, yo empeze a leer seriamente a los 16 años, y bueno desde ahi he tenido temporadas de para y temporadas de lectura, lo bueno de este post es que me hizo recordar en una epoca diferente de lo rico que siempre es leer, muchas gracias Phantom, hoy mismo me voya comprar algo de leer.
Mi primer libro grande fue una enciclopedia de Mitología que empecé a leer en las vacaciones. Tenía 8 años.
Después, a los 9, fue “Historia de un Anarquista y Sherlock Holmes” no recuerdo el autor, era inglés pero no era Sir Arthur Conan Doyle. Era bastante gordo y las historias eran increíbles.
Leía un promedio de 4 libros por mes, 1 o 2 gruesos y los demás eran literatura obligatoria del colegio como el Cid Campeador.
La “República” de Platón ya lo vine a leer a los 14 años.
De los que me acuerdo porque fueron muchos. Creo que mi ansía de lectura iba a la par con mis extensas caminatas.
Leía tanto que al final solo podía conversar con gente de edad, profesores, y 1 o 2 personas que me llevaban pocos años.
Ahí fue que decidí relajarme un poco, descubrí a Sofocleto (humoristas como ya no hay) y ver que estaba pasando con los de mi edad. Creo que por eso me enteré de Menudo algo tarde pero después de escuchar Súbete a mi moto, me dí cuenta que no perdí mucho jaja
Me ha dado nostalgia… pero de la buena.
Saludos!
Bueno, peor seria no tener electricidad en la noche y sin velas, por eso, VIVA LAS BATERIAS!
interesante, blog , yo quisiera saber como hago para qe aparescan los comentarios en otra ventana… weno y sobre Anais Nin, esa mujer era lo maximo!!
estare por aki visitando xD
Oye que bacan, me hiciste acuerdo del viejo estudio de mi abuelito y como me lei tantas veces aquellos libros “ariel”. Otros mas largos los dejaba para el final, como las mil y una noches, que a mi viejito se le ocurrió regalarme la verson original tomo I y tomo II, aún andan por ahi en mi casa, pero sin ser leidos.
Si puedes ayudame con el libro de “el mundo de los niños” el de cuentos, creo q es el 5, desapareció misteriosamente y me gustaría una copia.
Este retorno ha sido tal como lo eperaba de ti 😀 genial!
A mí hasta los 10 años también me encantaba leer, y esa colección de ‘El mundo de los niños’ la repasé un sinnúmero de veces; los cuentos de alrededor del mundo son geniales. Luego se me pasó el ímpetu, que recién lo vine a recuperar hace unos seis años más o menos.
Pues sí, la falta de electricidad no es tan mala después de todo; la falla es cuando el agua te llega a la casa por medio de una bomba que deja de funcionar cuando se va la luz: un combo nada agradable.
24 horas sin energía eléctrica donde vivo = no funciona el aire acondicionado = muerte segura
Cómo hago para conseguir la colección de Ariel Juvenil?? cuando era pequeña la tenía pero mi madre la regaló hace años, y ahora la quiero para mi hijo.